Lista de espera

Casi inmediatamente después de que las parejas saben la noticia de que serán padres, surgen en su mente las preguntas referentes al destino del bebé. ¿Será niñito o niñita? ¿Qué nombre le pondremos? ¿Quién se va a despertar para darle papa?
Interrogantes de tal naturaleza no tienen nada de raro, ya que son decisiones que incumbren la vida del bebé en un plazo de tiempo que puede considerarse corto, y que parece pasar más de prisa, ya que la expectación acerca de algo tan importante como un hijo puede causar el efecto de acelerar los instantes. Sin embargo, existen otro tipo de preocupaciones concernientes a los hijos, que me parecen esxtrañas, incluso exóticas, y que ni siquiera pensaba que se podrían plantear las parejas. Todo lo descubrí cuando mi hermana Andrea, que vive conmigo, quedó embarazada por primera vez. Pude ser testigo del proceso de crecimiento de mi sobrino, así como también de las ocurriencias que tenían mi hermana y mi cuñado acerca del futuro de Ernestito. Cuando mi sobrino tenía un año, escuché a la Andrea preguntarse en voz alta cuál sería el mejor jardín infantil para su hijo. Aquello me pareció extrañísimo, por precipitado, considerando que ella tenía pensado que Ernestito comenzara su formación preescolar a los tres años. Si eso me sorprendió, lo hizo mucho más el hecho de que mi hermana haya inscrito a mi sobrino en las listas de postulación de ocho jardines distintos, listas que ya se estaban copando con el nombre de niñitos de la misma edad de mi sobrino, a pesar de que para el inicio del curso faltaban todavía dos años y medio. Le dije a mi hermana que estaba loca de remate, a lo que ella me respondió que solo era precavida, pues los cupos estaban casi todos tomados. "¿Te imaginas qué hubiese sido de la vida de Ernestito si no actúo con algo de anticipación?" Pra justificarse, me explicó que aquello era fundamental para que Ernestito pudiera ir pasando las distintas pruebas a las que debía someterse, para finalmente ser aceptado o rechazadao. Pensé, mientras miraba a mi hermana con cara de espanto: ¿Qué pruebas pueden hacérsele a un niño de tres años para que alguien, luego de evaluarlas, Dios sabe con qué clase de criterio, decida si es apto o no para ser parte del jardín? ¿Qué tipo de cualidades o deficiencias pueden revelar los famosos tests de habilidades, para dejarlo fuera de un grupo de niños que sí son aceptados? Me parece que es un modo de proceder bastante bastante cruel, tanto por parte de los jardines que planifican estos procesos de admisión, como por parte de los padres , ya que permiten que sus hijos pasen por una experiencia traumática que podría maracarlos por el resto de sus vidas. Se lo comenté a mi hermana, y me dijo que lo que yo pensaba eran puras tonteras , que un niño chico no se da cuenta de si es rechazado, y que la hoja del examen que tienen que llenar no es para ellos una prueba, sino que el un juego más, como los de las guarderías. Yo, sin embargo, no me dejé convencer por sus argumentos de mamá moderna, como ella se define. Estoy segura de que los niños, a pesar de su corta edad, son lo suficientemente perceptivos como para darse cuenta de que están siendo sometidos a pruebas que determinan si podrán ser admitidos o no en un grupo de iguales. El hecho de que a los niños no se les informe directamente de su rechazo, no quiere decir que la actitud que tomen sus padres luego de saber la noticia no les sea trasmitida, al igual que el sentimiento de derrota y la preocupación, que sin duda reflejan los mayores en sus rostros. Simplemente me parece una locura. Estar dos años y medio esperando por un resultado, crea una intraquilidad en los padres que desde luego también comparte el niño, que intuye y hace suya la ansiedad de ellos. Para mí está claro: se somete a los niños a tal clase de stress sicológico sólo para poder obtener mayores ganancias. Cada proceso de admisión consta en promedio de dos a cuatro etapas, que los niños deben ir pasando una a una para ser recibidos. Cada vez que se pasa una prueba, los padres deben pagar por el derecho de que su hijo pueda someterse a la siguiente prueba. ES por eso que los jardines en vez de aceptar a sus alumnos por orden de llegada, inventan todo este cuento de las pruebas y crean listas, que en vez de contener el número de cupos que en realidad tiene el curso, lo exceden de una manera descomunal. Por cierto, no hay que olvidar que por el solo hecho de inscribir a los infantes en las famosas listas de espera, se deben pagar sumas de dinero que en la mayoría de los casos son excesivas ¿Hasta cuándo seguiremos cayendo en esta tramapa, que no tiene otro fin que el de usufructuar a expensas de la tranquilidad y salud mental de los niños chicos? Es hora de que los padres del mundo rechacen esta burocracia despiadada, y que registren a sus hijos en recintos que se abstengan de lo que considero un fenómeno patológico. Desde hoy, si ya su hijo está en edad de entrar a un jardín, piense bien acerca de esta situación. Yo, mientras tanto, me esfuerzo en hacer cambiar de opinión a mi hermana, y así dejar a Ernesto fuera de todo ese infierno.

1 comentario:

carolita dijo...

Javiera;

felicitaciones. Es un tema contingente y entretenido para una columna, además del caso cercano que hace que tengas autoridad para tratarlo.

Puntaje: 1,0